Isaac rezaba en su celda porque temía por su vida. Los soldados del ejército sursudanés se llevaron a un compañero de desventuras y volvieron, cubiertos de sangre, en busca de otro.
Unos soldados de la etnia dinka detuvieron a este asistente farmacéutico de 24 años un día antes, cuando llevaba medicamentos a su padre enfermo cerca de Yei, en el estado meridional de Ecuatoria Central.
Los militares se dieron cuenta de que pertenecía a la etnia kakwa por el idioma que hablaba. Lo acusaron de apoyar a los rebeldes suministrándoles medicinas y lo encerraron con otros tres hombres en una pequeña sala de una base militar que hace las veces de celda.
Al día siguiente se llevaron a uno de los presos. "[Los soldados] dijeron que él debía ir a por agua (...): nunca regresó", afirma Isaac a AFP, en el campo de refugiados de Bidibidi, en el norte de Uganda. Prefiere no dar su apellido.
Uno de los soldados que vino en busca de otro prisionero, añade Isaac, tenía "el torso cubierto de sangre, y las piernas también".
Isaac y el último preso se salvaron gracias a la intervención de unos cuantos soldados del ejército que no pertenecían a la etnia dinka, que reaccionaron a sus gritos.
- Soldados golpeados por compañeros -
Al contarles lo que había pasado con los otros dos prisioneros desaparecidos, los soldados pidieron explicaciones al comandante. Como castigo por su atrevimiento, este les sometió a 50 golpes con una vara de madera, escena que Isaac presenció desde la ventana de su celda.
Los soldados, indignados, apuntaron sus armas contra los oficiales y exigieron la liberación de los prisioneros. Unos días más tarde, Isaac huyó con su familia a la vecina Uganda.
La guerra sursudanesa se ha visto profundamente salpicada de atrocidades étnicas, incluso en la región de Yei, que hasta hace poco era un remanso de paz en un país inmerso en una contienda bélica desde diciembre de 2013, cuentan algunos refugiados a la AFP.
Inicialmente, el conflicto enfrentaba a los dinka, partidarios del presidente, Salva Kiir, y los nuer, del bando del exvicepresidente Riek Machar, convertido en rebelde y actualmente en el exilio.
Sin embargo, los observadores estiman que con el tiempo otros grupos étnicos se fueron uniendo a la contienda a favor de uno u otro frente.
En Yei, la violencia comenzó tras el estallido de los combates en julio en la capital, Juba, que dieron al traste con el frágil acuerdo de paz firmado en agosto de 2015.
En el campo de Bidibidi, los refugiados aseguran que en Yei los soldados van de casa en casa matando a civiles de las tribus acusadas de apoyar a los rebeldes.
"Por la noche no utilizan fusiles porque la gente se daría cuenta (...), los obligan a salir y usan cuchillos", explica Isaac. Más de 20 refugiados lo corroboran. También afirma haber visto cuerpos apilados en camiones.
Isaac recuerda que ambos bandos están acusados de cometer atrocidades. "No sólo matan a los de Ecuatoria. Cuando los rebeldes entran en una ciudad, matan a los dinka".
- "Limpieza étnica" -
Irene, de la etnia lulobo, huyó de Mambe, una ciudad al noroeste de Yei. Soldados dinka, reconocibles por su lengua y las marcas tradicionales que llevan en la frente, entraron en su casa y mataron a su marido.
"El que lo mató llamó a la puerta refiriéndose a él por su nombre. Cuando [mi marido] lo oyó, nos escondió debajo de la cama, a mí y a nuestros hijos", explica esta mujer de 28 años.
Irene huyó con sus hijos a Uganda, pero el grupo en el que iban se cruzó en su camino con unos dinka armados. "Varios hombres violaron a dos mujeres, y usaron a dos niños [uno de un año más o menos, y otro de unos 18 meses] como varas para golpear a las mujeres", recuerda.
Se calcula que más de 2,5 millones de desplazados sursudaneses han huido ya de atrocidades como estas desde diciembre de 2013.
El consejero especial de la ONU sobre la prevención del genocidio, Adama Dieng, advirtió recientemente contra "una espiral de violencia étnica con el potencial de convertirse en genocidio".
El jueves por la noche, expertos de la ONU concluyeron que "ya existe un proceso regular de limpieza étnica en curso en varias zonas de Sudán del Sur".
Nasir Abel Fernandes, un responsable del Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU que trabaja en Uganda, lo confirma: "Es la historia que nos cuentan todos los que cruzan la frontera, que tienen la impresión de que los matan por motivos étnicos".
Además, se teme una intensificación de los combates con la llegada de la temporada de sequías.
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